"Nada podemos esperar sino de nosotros mismos" | SURda |
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08-07-2010 |
El rumbo lejos del tren
En junio algunos acontecimientos políticos merecen destacarse. Uno es la aparición del libro del investigador uruguayo Roberto Porzecanski, doctor en Relaciones Internacionales de una Universidad de Boston, titulado “No voy en tren. Uruguay y las perspectivas de un TLC con Estados Unidos”. Es un tema frente al cual se paró con firmeza la izquierda, y con ella el movimiento obrero-popular, pero que desnuda la ignorancia o la superficialidad dentro de filas ante el enemigo imperialista. Dicha investigación permite comprender mejor la gravedad de la conducta del Presidente Tabaré Vázquez y de algunos de sus ministros, entre ellos, Danilo Astori. Se expone que el presidente pensó que podía lograr con EE. UU. “un TLC a la uruguaya” y avanzó casi hasta su concreción, convencido que podía repetir los “cambios cosméticos” –según la oposición- obtenidos cuando la aprobación del Tratado de Inversiones con EE.UU., equivalente según el Ministro Astori, “a más de la mitad del TLC”. Gracias al Canciller Gargano y a la presión del MERCOSUR, en especial de Brasil, el gobierno no pudo firmar lo que hubiera significado una traición a la izquierda, al pueblo uruguayo y a los hermanos del continente. Cuando el Presidente estaba hundido en su obcecación, el embajador Gianelli, desde EE.UU. le alertó que era un TLC igual al firmado por Perú y no admitía modificaciones; ante esto, Vázquez dio el paso atrás, no sin antes solicitarle a Gianelli que buscara una alternativa -que fue el TIFA- para no tener que concederle la victoria a Gargano y a los opositores. Porzecanski escribe que tanto Jorge Batlle como Vázquez pensaron que el deterioro del MERCOSUR posibilitaría ese tratado. Del Dr. Batlle no es necesario agregar comentarios. Pero cuesta admitir que el Dr. Vázquez pensara aprovechar el rol de estado tapón asignado a Uruguay, el rol de ariete del imperialismo. Escribe el autor citador: “Dentro de la Casa Blanca, un TLC con Uruguay se veía como un instrumento para contener la influencia de Hugo Chávez en la región, asegurándose de que el gobierno de izquierda del Uruguay tuviera interés en mantener una relación constructiva con EE.UU.”
Han pasado algunos años. El gobierno de Vázquez “ya fue” con sus luces y sombras y no se debe repetir. El FA y el actual gobierno han modificado su postura. La victoria de Mujica, en las elecciones internas y en las nacionales, ha producido un cambio. No obstante, aunque en minoría, la tendencia a la conciliación con el imperialismo, sigue dando lucha. Por eso es que son sumamente oportunas las declaraciones recientes de Julio Marenales y Eduardo Lorier sobre el presente del FA y del gobierno. Ambos usan conceptos de izquierda, antiimperialistas y anticapitalistas. Ambos han señalado la necesidad de modificar el rumbo, dirigido hacia un nuevo tipo de Estado, hacia la construcción de una verdadera democracia participativa que estimule la movilización popular, afirmada tanto en la fuerza del FA como en las organizaciones sociales representativas del haz de clases, capas y sectores populares (PIT-CNT, FUCVAM, FEUU, ONAPJU, etc.). La modificación del rumbo debe dirigirse a afirmar la integración de “nuestra América” apoyando con decisión a UNASUR y participando del ALBA, su construcción más avanzada; a fortalecer el rol del Estado, normas de planificación, empresas públicas, cooperativismo, propiedad autogestionada, micro y pequeñas empresas, cumpliendo el programa del FA y abriendo el cauce a una transición socialista.
En ese rumbo -opuesto al tren de colaboración con el imperialismo y sus aliados ´nacionales'- si las fuerzas políticas representadas por los citados compañeros- actúan con inteligencia y grandeza, podrán coincidir con todos los partidarios del socialismo que también hay en otros sectores y en la militancia sin partido. Tienen ante sí un gran desafío.
El Sr. Gianelli ,periodista de Búsqueda, titula su artículo del 24 pasado “Otro ´gobierno en disputa' ” y cita a Lorier y al Ec. Jorge Notaro. Acierta con el título, pero el hecho en sí no es novedad. Sólo los gobiernos reaccionarios (como los blancos y colorados en Uruguay) no disputan su orientación, porque siguen a pie juntillas la emanada de los centros de poder del imperialismo. En cambio, los anchos frentes político-sociales, expresión de un abanico de clases, capas, sectores y hasta etnias en algunos casos de “nuestra América”, reflejan la disputa entre intereses aliados pero diferentes, que en algunos casos, pueden llegar a ser antagónicos. Y es legítimo, que los movimientos sociales y las fuerzas políticas representativas de los trabajadores y de sus aliados más próximos, reclamen la conducción. América Latina está frente al dilema de aceptar las condiciones del imperialismo -no sólo de EE.UU., sino de la Unión Europea con su TLC- o, sobre la base de la hegemonía ideológica y política de los trabajadores y sus aliados más estrechos, avanzar construyendo un poder popular y una sociedad socialista.
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